NUEVA ENTREGA: EL DEPARTAMENTO DE FILOSOFÍA TE INVITA A LEER

Antoine Compagnon, belga, nacido en 1950, es ensayista y crítico literario de renombre mundial. Vanos a reseñar su discurso de ingreso en la Collège de France de París en noviembre de 2006. El título fue “¿Para qué sirve la Literatura?”. En español lo publicó la editorial Acantilado en 2008.


En tres partes podemos nosotros dividir el texto. En una primera tercia Compagnon en la antiquísima disputa entre Antiguos y Modernos en esto de la literatura, del arte y la cultura en general. La segunda parte, la más amplia e importante, es donde nuestro autor encara la cuestión que da título al librito (a su discurso de ingreso). Acaba este breve texto (pequeño, unas cincuenta páginas, pero muy enjundioso) señalando el valor de la literatura frente a otras
formas culturales, alguna de las cuales como el cine que parecen rivalizar victoriosamente frente al texto escrito.


Según Compagnon, los dos bandos históricamente enfrentados en la literatura están hoy en día superados y aunados. No existen realmente el texto puro (al margen de un contexto); tampoco puede hablarse de la forma literaria sin hacer alguna referencia a su contenido, etc. En definitiva, que no es posible ni deseable una filología y una filosofía encerradas en sí mismas y de espaldas la una a la otra. Hoy, lo sepamos o no, lo queramos o no, somos Antiguos y Modernos a una vez.


Ha habido cuatro grandes respuestas a la pregunta de para qué sirve la literatura: Respuesta Clásica. Procede de Aristóteles. La literatura instruye a la vez que produce placer. La literatura no sólo proporciona conocimiento sino inspiración y modelo moral. Robert Musil es partidario de esto.
Respuesta Romántica. Tanto para Ilustrados como para Románticos, la literatura es una liberación, un remedio, ya sea individual o político y social. Combate la sumisión al poder. Sartre es un buen espécimen de esta manera de entender el arte. Cuidado, advierte Compagnon, no sea que esta literatura liberadora se convierta ella misma en el nuevo amo
alienador. Sartre es también el mejor ejemplo de este vicio.


Respuesta Moderna. La literatura suple los defectos del lenguaje coloquial. Busca un sentido más puro, preciso y sutil de las palabras y de la gramática. Nos descubre nuevos objetos y nuevas experiencias. Nos hace conocer lo que no sabíamos que hay en nosotros; llega a los márgenes de la vida y del propio alma. La literatura en este sentido se convierte en la nueva filosofía (porque la vieja cree en exceso en las palabras y los sistemas universales). Montaigne
y Nietzsche son los padres de esta manera de comprender la literatura y la filosofía. Compagnon, así como la mayor parte de los grandes novelistas del siglo XX, se adhieren a esta
respuesta. Milan Kundera es un magnífico ejemplo.


Respuesta Postmoderna. La literatura como impotencia. Después de Auschwitz no es posible verdaderamente la literatura porque no supo impedir lo inhumano. Caída en lo lúdico sin mayor valor… Neutralidad, trivialidad. Se agota, ya gota al lector, en su propia nimiedad.
Para acabar, enfrenta Compagnon la Literatura con el Cine. Dos argumentos (y que cada cual los valores en su medida) hacen superior al texto sobre la imagen cinematográfica. Por un lado, el cine proporciona demasiadas imágenes, lo que provoca en exceso la pasividad del espectador. El cine es más cómo pero nos desarma. Un buen texto, sin embargo, activa a lector y a su imaginación. La literatura nos da armas contra lo cotidiano. El segundo argumento parece simple, pero si se le da vueltas y mastica termina siendo contundente; una película siempre durará (aunque paremos la cinta) hora y media, mientras que yo soy dueño del ritmo de mi lectura.

Otra obra muy recomendable de Antoine de Compagnon es su libro sobre Montaigne (el gran filósofo renacentista) donde en un lenguaje muy llano y fácil nos muestra los esencial del pensamiento del padre del escepticismo y del ensayo moderno; “Un verano con Montaigne” (de 2014).